miércoles, 4 de septiembre de 2019

Vos nunca y nosotros siempre


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Vos nunca vas a sentir lo que yo siento, desde tu pulcra superioridad de señor de los inviernos, con esa actitud de semidios venido a menos pero que conserva su trono y su entrada libre al palacio del Olimpo por la puerta de servicio. 


Es imposible que te tiemble un discurso hasta los huesos balbuceado entre dientes por el títere que pusiste en el gobierno. No fuiste ni cuando bailó en el balcón, no estuviste en los festejos entre rejas del querido rey y la angustia de algún prócer. 

No te hierve nada en ese freezer que instalaste en tu pecho hace tanto tiempo y lo que pasa es que no lo querés, te lo impusieron, te lo vendieron como una lata de arvejas o un paquete de fideos. 

No te empujó el amor, y eso es tan cierto que hasta el día de hoy hay un abismo entre esa gente y vos, esos que creías que te aceptaban porque eras como ellos, simplemente te usaron como un sucio trapo viejo, después un baño del alcohol y si te he visto no me acuerdo. 

Te dieron tan solo un globito amarillo y un puñado de falsedades que te arrojaron a la cara como papel picado y hoy lo siguen haciendo. 

Pero te dicen que fue una gran mentira todo lo que estabas viviendo, que los "k" son todos chorros, que ninguno es inocente y vos te sacás una selfie al lado del mago sin dientes y pensás que ahora estás mejor, aunque se te derrumban las paredes de la gran escenografía, aunque te aplasten los telones y se rompa en mil pedazos tu ilusión de utilería. Vas a sostener la necedad porque te duele la verdad, te muerde la verdad, te quema por dentro. Y apurás tu trago de odio para calmar la acidez de haber estado tan ciego. 

Mirás al monigote haciendo el ridículo, de tropezón en tropezón, y te sentís tan vacío de todo, tan ausente de la supuesta ecuación que te iba a pasar sumando para el otro lado y ese lado nunca aparece. 

Te distraen como a un chico con noticias de cartón, mentiras prediseñadas por mercenarios de ocasión que con los bolsillos hinchados te estrellan contra la pantalla de la omnipresente televisión. 

Y comprendés que no tenés a quien querer, tu presidente es una marioneta de corcho que desconoce la pasión, te quedás temblando ante el reflejo de lo que fuiste y lo que sos. No tenés a quién admirar, en quien confiar, no hay uno solo en el gobierno que ahora esté pensando en vos. 

Y yo recuerdo siempre las plazas aplaudiéndola a rabiar y ese silencio enamorado cuando la escuchábamos hablar, el fuego en la garganta de los pibes ofreciéndose por entero para la liberación y pienso que esa sensación no va a llegarte jamás porque un pedazo de hielo nunca podrá entibiarte el corazón.

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