lunes, 2 de septiembre de 2019

El fracasado

No correr detrás de una primicia otorga la serenidad de la espera, paciente y recomendable ejercicio de pensar un rato más antes de compartir alguna líneas sobre aquello que nos pasa día a día.
Hoy, en diversos medios de los considerados habitualmente como "del palo" se hizo referencia desde temprano a la expectoración verbal de la señora Mirtha Legrand en su "mesaza" del día sábado con un conjunto de periodistas militantes de Cambiemos. En esa oportunidad la almorzadora serial y gorila vocacional, "rubia por fuera y por dentro" como ella misma se describiera alguna vez, dijo que Macri "era un triunfador y ahora se ha convertido en un fracasado".
Esa adjetivación le costó a Mirtha una serie de reprimendas provenientes del entorno presidencial, se dice que tres ministros llamaron a la producción del programa para apercibir a la diva en decadencia y recriminarle su juicio de valor poco favorable en estos momentos.
Resulta patética la imagen de la veterana televisiva, dueña de un descomunal ego y una soberbia de antología, pidiendo disculpas al día siguiente por su exabrupto y prometiendo que no lo iba a volver a hacer, en una suerte de regresión prehistórica a su infancia, como si algún mayor la hubiera retado.
Luego, y como es su costumbre, volvió a declararse defensora del gobierno actual.
Podríamos detenernos en el término "fracasado", que desató la ira presidencial, pero el adjetivo anterior, también resulta llamativo. "Antes era un triunfador" dijo Legrand a la pasada, y en esa formulación está el reconocimiento que alguna vez le hiciera a Carlos Ménem cuando se declaraba admiradora del riojano por ser una playboy y un seductor, deportista y descontracturado - aunque hubiera destrozado el país con políticas neoliberales similares a las que hoy surten el mismo efecto -.

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Aquel "exitoso" presidente que recortó la industria nacional aún más que sus célebres patillas, que llevó la economía al colapso y abrió las importaciones de forma indiscriminada entre otras medidas destructivas, era una especie de ídolo para la conductora eterna que se deshacía en elogios cada vez que se encontraban.
Esa imagen de un Macri exitoso es, quizás, un 'deja vu' de aquello años de esplendor para unos pocos afortunados, tiempos de la 'plata dulce' y la mentira del 1 a 1. 
Lo cierto es que Macri puede ser muchas cosas: un mitómano, perverso, oportunista, evasor, estafador y corrupto, pero no se puede decir que haya fracasado. El fracaso se corresponde con el resultado contrario al que se buscaba y este no es el caso. Tanto el presidente como la banda de malhechores elegantes - que se llaman por el nombre para parecer amables y familiares - que lo secundan, lograron hacer gran parte de lo que se habían propuesto. Con cuatro años más y haciendo "lo mismo pero más rápido", según la propia promesa de Macri ante un (ahora imposible) segundo mandato, hubieran sido totalmente exitosos.
Lo que hay que comprender es que el éxito de los poderosos es el derrumbe de los postergados, sus logros particulares redundan en agonías populares, pero eso es solo un daño colateral, un efecto residual de las políticas neoliberales que no deberían, a esta altura de la historia, sorprender a nadie.

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Macri ha triunfado, Dujovne, Lombardi, Peña, Bullrich, Garavano, Carrió, Morales, Pinedo, Bergman, Caputo, Vidal, Calcaterra; y tantos otros personajes de este 'equipo' de notables, han triunfado. Su triunfo es nuestro fracaso, fracaso como sociedad que debería valorarse, que debería imponerse la memoria de manera impostergable, fracaso como entramado ciudadano plagado de sospechas y permeable a los mandatos de los medios dominantes, fracaso como comunicación de un proyecto de país que no puede negociarse, inclusivo, productivo y soberano.
Que no se equivoque la señora que almuerza frente a las cámaras escupiendo cada día las migas de su rancia estirpe conservadora y oligarca, que no se equivoquen ni los propios ni los ajenos, este gobierno ha hecho de todo menos fracasar. Vinieron a destruir la economía, a ponernos de rodillas frente a los capitales extranjeros, a engrosar sus fortunas y derogar derechos. Vinieron a endeudarnos por más de cien años, a convertir el trabajo en una gota de agua en el desiertos para miles de argentinos, a flexibilizar en favor de los patrones, suprimir obligaciones de los sembradores de soja y permitir la orgía financiera y la fuga de capitales. A eso vinieron, a eso y más aún, a tortura jubilados y docentes, a condenar al hambre y la desidia, a matar sin miramientos a quien se oponga a sus caprichos, a mutilar, quebrar y reducir a cenizas la memoria de nuestros próceres. 
De nada sirvió que lo supiéramos de antemano, que tuviéramos fresco en la memoria cada prontuario.
Que el pueblo se despierte, se oponga a sus atropellos y diga basta de una vez y para siempre es el único fracaso posible para esta jauría de millonarios.

Ojalá que este nuevo dolor, tan profundo y tan presente, nos sirva de algo. 

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