A estas alturas ya deberíamos reconocer que hay dos fuerzas que prevalecen en el país y lo demás es papel pintado: el peronismo y el anti peronismo. Ambos como puede advertirse mantienen la misma referencia, unos por amor y los otros por odio. No hay más. Los grises en este panorama son fluctuantes y en ocasiones se reabsorben fruto de experiencias fugaces y dispersas.
Tan poderoso es el peronismo que hasta los antiperonistas han tenido que disfrazarse de peronistas para combatir al peronismo. Este galimatías intenta significar que los abanderados del anti peronismo se han entregado a la tarea de mendigar algunos votos a fuerza de punteros benefactores por medio del apriete, colectivos que trasladan “militantes” como si fuera una excursión de jubilados, ensayos de cánticos sin alma y cancionero impreso por la falta de costumbre de estar en las plazas y en algunos encuentros hasta han llegado a poner la marcha peronista invitando al corte de boleta con tal de preservar el kiosko municipal.
El ahora denominado votante cambiemita, el supuesto partidario macrista - que en realidad no sigue a la persona del presidente como referente político sino como representante de sus miserias de las cuales se enorgullece y las exhibe como virtudes – es un sujeto en estado de descomposición intelectual, debilitado en sus emociones, empobrecido en sus prácticas sociales y encerrado voluntariamente en sus prejuicios que le ofrecen la ilusión de su supremacía. Se autoproclama guardián de la república sin saber siquiera lo que es una república, vocifera como un autómata desencajado que “sí, se puede” pero tampoco atinaría a responder qué es lo que se puede. Es un sujeto que responde a rajatabla con la descripción que proporciona Durán Barba en su libro “El arte de ganar”:
«El electorado está compuesto por simios con sueños racionales que se movilizan emocionalmente. Las elecciones se ganan polarizando al electorado, sembrando el odio hacia el candidato ajeno… Es clave estudiar al votante común, poco informado, ese que dice «no me interesa la política»… El papel de los medios es fundamental, no hay que educar a la gente. El reality show venció a la realidad…»
Basta con leer o escuchar las endebles argumentaciones de los asistentes a las marchas de la despedida de Macri, para reafirmar lo dicho por el asesor ecuatoriano de Cambiemos. Y en todo caso el simio tiene la disculpa de su condición animal, pero para quienes se han presentado como la reserva moral de la patria, las expresiones vertidas cada vez que se les consulta por la razón de su elección, provocan una mezcla de tristeza y vergüenza.
Esa misma vergüenza que nos ocasiona el ver a un presidente tan limitado, cuya única capacidad reconocida reside en hacer el ridículo sin límites aparentes, repitiendo una y otra vez el libreto memorizado a fuerza de desesperación. Las mismas palabras, las mismas fórmulas elementales, las promesas vacías de un futuro maravilloso al que todos llegaremos después de haber dejado la vida en el camino.
Para Macri, ahora viene el trabajo, viene el “alivio” viene la felicidad, viene la producción y la mejora del salario. Lo que no nos dice es cómo piensa que todo eso va a llegar, de qué forma, con qué medidas, en cuál de los segundos semestres o gracias a cuál de todas las lluvias de inversiones prometidas.
En el 2015. holgados y adormecidos, muchos votaron por desprecio a su propia condición de rescatados por el peronismo. Se beneficiaron de los programas de gobierno, tomaron crédito, se fueron de vacaciones cada año, cambiaron el auto periódicamente, compraron sin miramientos, construyeron su casa, conservaron el trabajo, abrieron su comercio y prosperaron.
Excedidos en su opulencia protestaron por aquello que les sobraba y hoy reclaman por todo lo que les quitaron. Muchos de esos desengañados de su propio espejismo, mantienen todavía el rencor por saberse menos de lo que soñaron y no aceptan la realidad de parecerse tanto a lo que odian.
A las sociedades las mejora el tiempo. O las destruye. Por eso tenemos que saber administrar los años que están por venir porque no sé cuántas oportunidades más podamos tener en esta calesita demencial de la que salimos volando hasta lastimarnos o nos sacamos la sortija en cada vuelta.
la movilidad ascendente social tendria que estar intrínsecamente amalgamada con la movilidad cultural para que lxs pueblos aprendamos a defenderla.hlvs
ResponderEliminar