lunes, 9 de septiembre de 2019

Amnesia selectiva

El emperador tiene flojos los recuerdos, no sabe, no contesta, te la debe.. No está en tema, siempre con el chiste tonto para salir del paso, la apiolada del pibe rico que se pierde en sus propias burlas.
El emperador lleva la mentira en la sangre, y de tanto esquivarle la mirada a la verdad se terminó creyendo sus propias fantasías. 
Para él todo está de maravilla, la gente lo abraza por las calles que siempre están de fiesta por sus múltiples aciertos. Vamos muy bien, el barco ya está por ser estacionado en la cima del Aconcagua después de haber cruzados el río en mitad de la tormenta. El emperador es feliz en su delirio y quizás por eso, le ha dolido tanto la realidad.
Esa misma realidad que jamás se había filtrado en sus pensamientos, escasos y mediocres, esa realidad que le resulta tan incómoda y por eso siempre la niega y la maltrata. La memoria también lo pone furioso, porque le recuerda todas sus bajezas, sus antiguos negociados siempre vigentes, sus causas judiciales, sus desfalcos y sus mugrientos papeles panameños.
Por eso para él, la elecciones en las que fue aplastado por los votos opositores, jamás sucedieron. Es así, lo que no le gusta, lo que no se acomoda a sus caprichos lo borra descaradamente. Se convence y lo dice. Tal vez alguien experto en manipulaciones sociales le haya sugerido que sostenga la mentira como bandera, que una mancha más no le hará nada a su pelaje de tigre maquillado.
Pero si algo resulta aun más increíble es que se atreva a proyectar su condición sobre los otros, puntualmente, cuando sostiene que es Cristina la que niega la realidad.


La locura puede ser un estado preferible a la anulación de toda fantasía, esa demencia selectiva que hace que, con tal de sostener lo insostenible, se recurra a una burbuja protectora desde donde gritar que se han dado varias vueltas al mundo con kilómetros de rutas construidas, que el gobierno está conformado por seres impecables, honrados, puros, incorruptibles; en definitiva, el mejor equipo de los últimos 1000 años. Macri debe estar convencido de que la verbalización de una fantasía la impone a la realidad y la convierte en una verdad irrefutable.
También debe suponner que la estupidez no caduca y que si la estrategia de la falacia descarada le rindió tan buenos resultados en el 2015 y en el 2017 ¿Por qué razón no habría de funcionar de igual manera una vez más?
Detrás de tanta locura hay una manada de robots mal engrasados que multiplican páginas berretas que tratan de torcer la realidad pretendiendo instalar una de las causas más ridículas de los últimos tiempos:"la vamos a dar vuelta", refiriéndose a una elección que perdieron de forma aplastante.
Empecinadamente, como quien repite un rezo milagroso o se encomienda a un talismán milenario, dicen cada vez que pueden que nada ha sucedido, que las PASO son culpables del desastre económico pero que en verdad no pasaron jamás. Son personas demasiado acostumbradas a protagonizar berrinches y salirse con la suya. Será por eso.


En octubre se desinflará el último globo amarillo que aún queda flotando, esa burbuja que contiene al delirante mandatario de un país que ha despertado una vez más de su mediático letargo y le ha dicho basta a tanto maltrato y salvajismo.

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