jueves, 12 de septiembre de 2019

La máquina de simplificar


El gobierno de "Cambiemos" ha logrado instalar la perversión como política de Estado y desde allí reforzó un trabajo previo y constante de los medios hegemónicos que invirtieron muchas horas de cámaras y micrófonos y kilómetros de páginas de diario a conformar el identikit del enemigo imaginario.
Macri y su manada no hicieron más que sembrar y cosechar sobre un terreno previamente removido y abonado por el Grupo Clarín, el diario La Nación y sus respectivos ejércitos mercenarios.
Constituidos como células de un cáncer comunicacional que hizo metástasis en todo el territorio, estos medios dominantes se encargaron de poner en la boca de sus adoradores la papilla de odios y maldiciones necesarias para suponerse mejores frente a su espejo, ese que les devuelve una imagen mejorada de guardianes de la república, abnegados patriotas y paladines del trabajo.
Lo que frecuentemente presenciamos de forma cotidiana es tan solo el lógico resultado del goteo de ese suero de odio inoculado de forma permanente en la venas de un sector social idiotizado. Ese elixir ponzoñoso provoca alucinaciones de clase y una efervescencia furiosa hacia todo lo popular a lo que los envenenados denominarán "populista" para bajarle el precio.
Es un nutrido grupo de personas, millones para ser exactos, donde se mezclan la biblia y el calefón de la economía nacional. Están los representantes de la más oxidada oligarquía terrateniente, los próceres empresarios, los fachos vocacionales y los piojos resucitados. Y si bien, en ese escalafón donde abundan las mentiras y los prontuarios, unos y otros apenas se toleran, marchan en legión cuando resulta necesario envueltos en la bandera patria - que manotean de forma oportunista y falsa - y cantando un himno que se les mezcla con el yanki.
Dentro del muestrario de etiquetas a las que acuden con frecuencia para justificar su desprecio por el otro se encuentran el paradigmático "choriplaneros" y los subsidiarios: "vagos", "ñoquis", "violentos", "narcotraficantes", "piqueteros", "golpistas" y los infaltables y simplones "Kukas" y KaKas"
Pero hay dos nuevos emblemas de esta clase donde pululan los trolls, los robots que prodigan "caricias significativas" por Twitter y los muertos vivos de carne y hueso que repiten como loros consignas impensadas, tan solo por reflejo.
Hoy escuchaba en Radio Mitre (disculpen la expresión) un supuesto humorista sin imaginacion ni gracia decir este chiste: Un señor se acerca a otro y le pregunta ¿Vos sos kirchnerista" y el otro le responde: No, yo trabajo".
Y esa supuesta humorada de cabotaje, hay toda una declaración de principios, una simpificación a medida de los ignorantes que necesitan un golpe de efecto que mantenga latiendo su odio y les otorgue una consigna para sus cacerolazos patéticos. Ellos son los que trabajan, ellos son los elegidos de los dioses, el ejemplo de vida, los héroes patrióticos guardianes de la República. Se lo dicen entre ellos, de lo dicen a sí mismos, lo repiten como un mantra "Yo trabajo y sostengo con el sudor de mi frente a todos los vagos del país."
Si tuviéramos ganas de mirar el mundo con esos ojos borrosos, opacos, esmerilados, que deforman el mundo; podríamos incursionar en el desmedro de la tarea ajena con total facilidad. Podríamos, por ejemplo. decir que los taxista no hacen nada y ganan demasiado, que solo toman mate bajo una árbol o adentro de una agencia donde miran TN todo el día hasta que caiga un incauto pasajero al que desplumar por un viaje cualquiera. Kiosqueros gorilas que no hacen otra cosa que mirar su celular hasta que cae un cliente a comprar unas pastillas a precio dólar y les interrumpe el descanso. podríamos decir si nos gustara la torpeza, que los empleados públicos se rascan a cuatro manos y pasean un puñado de papeles todo el mes para justificar su inmerecido salario, que los docentes, que los médicos, que  los abogados, que los jueces, los obreros, los choferes, los comerciantes, los oficinistas, los vendedores de autos, los viajantes...de todos y cada uno podríamos pintar una fantasía que se acomode en nuestro pequeño frasco sobre el cuello. Pero ese desprecio por si acaso no es el mejor de los consejeros, nos empuja a una visión del otro aberrante y que no sirve para nada. Es una práctica que le hace el juego a los poderes, a los bancos, a los mercados, a las omnipresentes cajas financieras que se sirven de esa carroña que dejamos a nuestro paso.

Esta situación que vivimos, esto que somos como sociedad, no se soluciona con un cambio de gobierno o, en todo caso, no se soluciona solamente con el cambio del gobierno. Si no hay una gran convocatoria para la reestructuración de nuestro entramado ciudadano, el reconocimiento de los derechos humanos como única forma de ejercer la libertad y no se modifican los contratos sociales y políticos; nos quedaremos en el intento una vez más. Volver mejores es volver más fuertes, más seguros, más unidos, más claros y más integrados. Los cambios de forma en este punto no sirven para nada, la transformación debe ser profunda para no vivir permanentemente bajo la sombra de los peor de nuestra historia y a merced de los especuladores oportunistas que cada tanto llegan, se instalan, nos saquean y se van.

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