viernes, 30 de agosto de 2019

Los platos rotos

Sabíamos que terminaba mal. Estamos en medio del caos y vemos volar los vasos, los platos, gente que corre envuelta en los manteles, la torta desparramada por el piso y así y todo hay algunos que se arrojan al suelo para agarrar una tajada. No queríamos esta fiesta porque sabíamos que terminaba mal, porque no era una celebración de gente querida pero eso sí, los conocíamos a casi todos y sabíamos que terminaba mal.
Porque todas sus fiestas terminan mal, te invitan y enseguida te avisan que no te quieren allí, que estás colado aunque se trate de tu casa. 
Si no molestás, si te mantenés callado, podes quedarte de pié viendo como ellos se comen todo, se toman todo, ensucian todo, destrozan todo; siempre fue así.

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Si tratás de enfrentarte a ellos para que detengan el desmadre, una patota bien provista te hace entrar en razones a la fuerza. Históricamente estas fiestas de los salvajes millonarios han terminado mal. muy mal. Se habla de fortunas y evasiones, pobres indeseables, salarios como gastos innecesarios, muertos como daños colaterales y desesperados a los que llaman "emprendedores".
Ahora,, mientras vuelan los platos y ya nadie se queda sentado porque ha caído despedazada la mesa del banquete, vemos como corren de un lado para otro buscando salir por alguna ventana que no esté clausurada por el desorden inmanejable.
Demasiado tiempo ha durado este desastre, ¿quién podía, sanamente, pensar que podría mejorar? El lobo nunca piensa en las gallinas como invitadas a la fiesta, sino más bien como el plato principal. El problema es cuando las gallinas acuden gustosas y se arrojan dentro del horno rebosantes de felicidad.

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Ilustración: Carlos Pinto

Cuando todos se vayan, entre carcajadas y pateando tachos con las bolsas llenas de sobras y no dejen ni las migas en la alfombra después de esta orgía de los mercados ¿Quiénes van a tener que limpiar todo y pagar los destrozos de los lobos sanguinarios? Exactamente, nosotros, como tantas otras veces a lo largo de nuestra historia, los que no aprendemos nunca, los rehenes de los desmemoriados.

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